Los niños toman consciencia de la muerte desde muy temprana edad, ya que la viven cuando observan pajaros muertos insectos y animales en las calles, incluso en la television o videojuegos la muerte es un concepto recurrente. Sin embargo cuando se trata de un ser querido, desde una mascota con la que el niño o niña han generado un vinculo o bien cuando fallece un familiar cuya perdida trastoca la vida y la dinamica de toda la familia la situación es diferente ya que como cualquiera la perdida para los niños implica vivenciar sentimientos que en la mayoria de los casos al ser desconocidos no sabe como afrontarlos.
Ante la pérdida, como adultos educadores y formadores podemos cometer dos errores importantes:
Considerar que el niño o niña es muy pequeño para entender lo que esta pasando y no informarle nada, intentar aislarlo de la realidad y construir alrededor de él una protección falsa que implica el uso de mentiras o bien ocultar la verdad. No olvidemos que estamos educando y seguramente anterior a la muerte se le ha hecho saber al niño que somos una familia, una comunidad, un equipo; también le habremos inculcado previamente lo importante de hablar con la verdad, y no usar mentiras. Si ocultamos la verdad sobre un fallecimiento estaremos yendo en contra de todo lo que previamente inculcamos. Al ocultar no me refiero únicamente a no decir que un familiar ha fallecido, puede ser que se le informe al niño sobre la perdida, pero se le mantenga al margen de todo lo que pasa, no se le permite asistir a servicios funerarios, se le ocultan los sentimientos dejando ver solo las consecuencias conductuales de éstos, llevando al niño a no sentirse parte de la familia, además de tener que sobrellevar el sentimiento de confusión sobre la muerte, sobre la actitud familiar además de sus propios sentimientos de tristeza por la perdida en soledad ya que el mensaje entre líneas de los adultos es «de esto no se habla».
El segundo error es tratar al niño como un adulto y proporcionarle información que muchas veces no es asequible para él, creyendo que el concepto de muerte en un niño es igual que para un adulto. Recordemos que la inteligencia de un niño previo a la llegada de la adolescencia es concreta, es decir entiende y cree en lo que ve, lo que puede tocar o sentir. Conceptos abstractos que como adultos usamos para explicar la muerte suelen no ser entendidos de la misma manera por los niños. «Se fue al cielo», «Te esta viendo desde el cielo», «Dios se lo llevo porque lo necesitaba y seguro allá esta muy feliz», «Ya descansa en paz» son argumentos que suenan muy bien pero que para un niño pueden resultar confusos. Alguna vez un pequeño después de la pérdida de su padre me dijo: «si él esta en el cielo y esta muy feliz yo quiero irme con él», lo anterior nos deja evidencia de como un niño entiende nuestros argumentos de manera casi literal pudiendo dañar o generar confusión sobre Dios, el cielo, los ángeles, etc.
Tenemos que entender que la muerte es el final natural de la vida de todo ser vivo. La tristeza que rodea la muerte puede abordarse de mejor forma al cuidarse los unos de los otros, ya sea brindando atención a alguien que está enfermo o sencillamente “estando presente”. Los niños necesitan explicaciones breves y sencillas. Las respuestas complicadas a sus preguntas seguramente les aburrirán o confundirá y es algo que debe evitarse. Resulta conveniente comunicarles la noticia de manera tranquila explicando que la muerte implica la ausencia definitiva de ese ser querido; hacerlos participes de los rituales funerarios considerando que ellos requieren tiempos distintos, es decir no necesitan estar horas en velatorio para despedirse; estar al pendiente de sus preguntas y resolverlas de manera concreta y sencilla. Finalmente es muy importante darnos cuenta que seremos el ejemplo para que ellos resuelvan su propio dolor, así que si las emociones por la perdida son tan intensas que sobrepasan nuestras estrategias de afrontamiento, es mejor solicitar apoyo profesional y brindar un mejor ejemplo para que nuestros niños superen de igual manera su perdida.